EL PERRO DEL VECINO
(CREADO POR MI)
Y
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a llevo días escuchando los ladridos del perro de
mi vecino. Estoy cansado y quiero dormir. Son las 1:39 de la madrugada, y ese
estúpido perro le sigue ladrando a la nada; mantuve mis almohadas apretujadas
en mis orejas con la esperanza de no escuchar nada, pero eso fue inútil a tal
volumen de dichos ladridos. Llegué en un punto en que no pude soportarlo más y
me dirigí a la ventana que quedaba a mi lado, la abrí en par a la oscura y fría
noche, luego grité a todo pulmón, sacando la mayor ira acumulada por las lentas
horas:
—¡Calla a ese maldito
perro, no me deja dormir!
Aquel grito de furia no
hizo nada contra los fuertes ladridos de aquel mastodonte. En ese momento vi al
perro asomándose por la valla de madera de mi vecino. Lo pude ver, como el me
vio; este animal me recordaba a un jabalí salvaje, por el simple hecho de su
contextura tan grande y poderosa, también por el tamaño de su hocico. Bajo la
tenue luz de la luna, el animal (un pitbull) me comenzó a gruñir mientras veía
en sus ojos un desprecio nunca visto de un animal. El perro, después de
gruñirme, comenzó a ladrar furiosamente. En ese momento me resigné y me di por
vencido; cerré la ventana y me eché de nuevo en la cama, con los ladridos de
fondo. Me veía en la mañana cansado…
De repente aquellos
ladridos molestos pararon de golpe. Me sentí aliviado, sentí como la calma se
apoderaba de mi persona… Pero un fuerte golpe provino de abajo. Me quedé
quieto, paralizado por la impresión; otro golpe fuertísimo; ya fuera de mis
casillas volví a levantarme de la cama, con el enojo palpitando dentro de mí;
baje las escaleras a oscuras, miré por toda la sala y nuevamente, volví a
escuchar ese golpe, esta vez proveniente de la puerta principal. Miré dicha
puerta sin expresión, me acerqué a ésta y poco a poco, miré por el ojo mágico:
observé al mismo perro, embistiendo la puerta como si fuese un Rinoceronte o
algún animal poderoso, pero eso no significaba que este Pitbull rompería una
parte de la puerta si seguía con dicha acción. Ya molesto, me dirigí al
teléfono lo más rápido posible, marqué el número del vecino; repique tras
repique, el hombre contestó:
—¿Hola? —preguntó con una
voz cansada.
—Necesito que venga por
su perro, está acá frente a mi casa…
El hombre colgó de
inmediato. Aquello me dejó aún más molesto. Un ladrido fuertísimo, uno
grotesco, proveniente de algo monstruoso… Miré horrorizado la puerta, mientras
esta recibía golpes más fuertes, y mucho más seguidos, los ladridos fueron cada
vez peores. La puerta se rompía tras las embestidas; no perdí tiempo, así que
llamé a la policía pidiendo ayuda urgente, la única respuesta que tuve fue:
—Le enviaremos una
patrulla, llegará en diez minutos.
Ese tiempo no me servía,
pero tenía que esperar. La puerta no aguantará más… En ese instante recordé,
que el perro del vecino, había muerto hace dos meses tras un accidente, que,
por descuido mío, fui el responsable… La puerta no aguantará más…
La puerta está a punto de romperse…
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